viernes, 29 de abril de 2011

VECINOS EMBLEMÁTICOS: Doña Antonia Lucero

"Escuchemos" a Doña Dominga del Pilar Lucero... 
Este es solo un adelanto de la que se publicará en la versión gráfica de "LA VOZ DEL POTRERO" que aparecerá a fines de mayo.


"A mí me dieron. Yo nací, y cuando era chiquitita me dieron a mi madre, a la familia Lucero. Me reconocieron, Lucero y yo reconocí a la madre que me crió. Tengo ochenta años, pero mañana, nomás, me voy a misa y camino tres kilómetros. Nací en las Chacras pero me crié en el Potrero de los Funes. Vivía a la orilla del río, al lado de los Sarmiento. Bueno, la señora de él, era madrina mía de oleo. Viví 30 años al lado de los Sarmiento. Pero, a mi padre, al que me crió, le quitaron la casa, todo. Hace sesenta años que estoy acá, en este lugar –mira a su alrededor, su casa, que está ubicada a unos 600 metros del circuito-. ¡La luz! Cumplí 80 años el año pasado y la luz vino recién entonces. No tenía luz acá. Vivía con ceritas, con grasa y con querosén."

¡A  LA  ESCUELA! 



"La escuela sabía ser, ya le voy a decir… ¿Usted ha entrado al Potrero? Bueno, estaba Don Taboada, que ahora es Fortín, Don Benjamín Funes, Don Cesar Funes y todos los Funes… ahí estaba la escuela, al frente de la policía. Era chiquita. Mis maestros fueron Don Luis Lapiedra y el Señor Ernesto Sosa. Yo era cabeza dura, pero aprendí con ellos. ¡Me hacían sonar a palos! Pero aprendí. Me pegaban con un bastón, como ese que tiene mi hija, en la punta tenía una lata con la que nos lastimaba acá –se toca la cabeza-. ¡Con la uña! Luis nos lastimó a todos. Pero yo no le tuve miedo. A mí me aporreó… ¡qué no hizo! Pero yo aprendí.
Después de grande rendí el 5º, 6º y 7º de ahora en la escuela Unión, al fondo de la escuela Lafinur. Ahí fuimos a rendir y les gané a todos. Cuando voy a los negocios, andan sacando con la calculadora las cuentitas, yo se las saco así nomás. Hasta ahora mismo, gracias a Dios."



Entre cueros y novenas

"Mi padre trabajaba con cueros, hacía lazos, trenzados, bozales, frenos, cinchas, pegual… secaba el cuero de caballo en estacas… después de los 45 o 50 se echó a perder, se dedicó al vino y eso se lo llevo.
Mi mamá hacía novenas a San Antonio y a San Roque en la orilla del río. Cuando se terminaba, se hacían empanadas y ahí si, a la noche, el baile con victrola, con el fonógrafo. Se pedían lluvias. A veces no venía agua. Se hacía la procesión. Caminaban todos, llevando los santos, hasta el fondo del Potrero y de allá volvíamos, rezando. Si en junio no venía, bueno, había que volver a pedir, porque en agosto… los vientos." 


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