Vecinos emblemáticos
Doña Ángela Eloísa Jofré, más
conocida como Ñatita, le contó a la Voz del Potrero algunos aspectos de su vida
relacionadas al Potrero de antaño.
“Mi padre es nacido en un lugar que se llamaba La
Bajada. Está en la ruta que va a Carolina, antes del
monumento donde nació Pringles, en Los Tapiales. Mi madre nació campo adentro,
en la zona de Las Barranquitas, donde tenía el campo mi abuela.
Pero yo crecí en Estancia Grande,
donde ahora está el boom inmobiliario.
Pero, nosotros nunca fuimos propietarios. A mi padre, siempre le prestó una
casa, el dueño del campo, que era un maestro Estancia Grande, Don Rufino Oveja.
Ahí vivimos muchos, muchos años, hasta que la muerte se los llevó mi padre.
Después, nos separamos.
Éramos tres hermanos. Yo soy la
chiquita, la menor de todas. Después seguía mi hermana Tuca, que se casó y se
vino a vivir a la Quebrada
de los Cóndores. Y la más grande, mi hermana Mariquita, que está en Buenos
Aires.
Yo me puse de novia con un chico de
acá, del Potrero. Nos casamos y hace 35 años que estoy casada. Mi esposo vivía
allá, donde están aquellos álamos -señalá
del otro lado del dique, cerca de los boxes-. Pero yo siempre viví en el Potrero,
porque él ya tenía el terreno y después nos hicimos la casa. Tengo dos hijas.
La mayor tiene 34 años y la más chica 26. De la mayor tengo dos nietos.
En el 64 me casé y en el 65 nos
hicimos la casa, gracias a los préstamos del banco hipotecario. En ese tiempo
estaba Perón en el gobierno y les daban la posibilidad, a todos aquellos
empleados que querían tener una casa, de sacar un préstamo en el banco
hipotecario, para tener una vivienda propia. Pero tuvimos la mala suerte de que
cayó el gobierno de Perón, enteraron los militares y todo cambio. Subió la
cuota. La cancelamos pero no pudimos terminarla como queríamos.”
¡A la escuela del Potrero!
“Yo me eduqué en la escuela de acá,
del Potrero. A 1º Inferior y Superior, los hice en Estancia Grande. Pero a mi
padre no le gustó, porque él era tomero acá, en Potrero, y nos cambió de
escuela. Desde el segundo grado hasta el séptimo, vine desde estancia grande.
Todos los días, venía caminando o el burro. Pero la mayoría de las veces,
caminando.
Cuando yo venía a la escuela, todo era de tierra,
incluso la entrada al Potrero. El dique tenía más agua, porque llegaba hasta
donde ahora está la Playa
Blanca. Todo eso era dique y algún día volverá a serlo. Donde
está la ruta nueva que baja a la iglesia, estaba el caminito por el que
veníamos a la escuela o a comprar cosas. La iglesia no estaba terminada. Donde
está la municipalidad, había unos corrales de chivas y vacas de los vecinos, Don
César o Daniel Funes. Nosotros cortábamos por ahí para venir a la escuela.”
El paisaje de
antaño
“En el trayecto, a las ocho de la
mañana, veíamos muchísimas vacas. ¡Uh! El padre de Titi Orozco, tenía mucha
hacienda en las sierras, donde nosotros vivíamos. ¡Era interminable cuando
bajaban los animales hacia el pueblo! ¡Era impresionante! También había
yeguarizos.
Lo único que se veía muy poco, eran
ovejas. Creo que los únicos que teníamos éramos nosotros. Teníamos todo tipo de
animales: vacas, yeguas, ovejas, cabras, chanchos, pavos, gallinas, patos...”
Elaboración
Artesanal de Quesillos de Cabra
“Hacíamos quesillos de cabra y de vaca.
No es muy difícil. Yo más o menos me acuerdo cómo los hacía mi madre. Bien
artesanal era el procedimiento que hacía mi madre.
Nosotros siempre carneábamos para comer todos
los días, un chivito, un corderito, un pollo, un pavo, una gallina... Bueno, mi
madre les sacaba una parte que está en las vísceras de los animales, que se
llama cuajo. Le ponía sal y lo dejaba secar.
Luego con eso, cuajaba la leche. De
esa cuajada, mi madre sacaba un suero y guardaba un poco, para seguir cuajando
la leche.
Ponía la leche con el cuajo en un
recipiente grande. La cortaba en cruz para que largara el suero. Luego, con una
taza iba sacando el suero despacito hasta que quedaba muy poquito.
Entonces, iba haciendo pelotitas con
las manos, uniendo la cuajada. Le echaba sal. Mientras tanto, ponía una fuente
grande en el bracero. No tenia que ser a una temperatura muy alta, como para
quemarse las manos. Cuando se calentaba, mi madre iba colocando ahí, esas
pelotitas, apretándolas y dándolas vuelta. De esta manera salía un suero
blanco.
Ella continuaba aplastándolas y dándoles forma, así -con sus manos, Ñatita, moldea un quesillo
imaginario del tamaño de un plato-. Después las apretaba con otra fuente
para que el quesillo quedara con su foma definitiva.
Luego, les ponía sal y colgados en
una cañita los ponía a secar, o también, solía extenderlos a lo largo en una
queserita de caña que tenía.
Los hacíamos para consumirlos nosotros,
nunca se vendió nada en mi casa.
A
los quesillos se los suele comer con pan, en un sánguche. Pero mi madre,
también nos daba quesillo con arrope de miel o de chañar, que solía hacer ella.
Nosotros para comerlo, lo picábamos chiquito y lo tirábamos sobre el arrope.
A mi
casa iban muchas personas y amistades que tenía mi padre. Y a toda persona que
iba, se le daba un pedazo de pan o torta casera con un pedazo de quesillo. “
Ñatita
se queja y se lamenta por algunos objetos que ella entiende se sacaron y
cambiaron en la escuela, como algunas puertas y persianas levadizas de madera.
“Me he puesto de
acuerdo con todos los exalumnos, en no dejar tocar al edificio viejo de la
escuela, es decir, la dirección, las tres aulas donde se da clase y la galería.
No tocarlas más.”
Sin
embargo, de acuerdo a la opinión de la Directora , dichos objetos estaban bastante
deteriorados. Además, era necesario, una mayor seguridad proporcionada por las
rejas.
Pero
más allá, de tener una visión negativa o positiva sobre un aspecto tan
subjetivo, sería preferible e inteligente, concentrar todos nuestros esfuerzos
por identificar las necesidades edilicias y hacerlas, en un consenso general.
Siempre permitiéndose soñar con cosas mejores.
Permitirse
soñar entre todos con la escuela que quisiéramos tener, y luego imponerla a la
realidad. Así de fácil.
¿Era peligroso vivir acá?
“No.
Para nada, si había animales peligrosos, nos veían y se iban. A veces veíamos
uno, cuando veníamos a la escuela, pero nunca nos atacaron, porque cuando nos
veían, se largaban al río o a otro lado. Nosotros hemos vivido tantos años en
estancia grande, sin vecinos, y jamás pasó algo raro, ni fue alguien a la
medianoche a molestarnos. Todo ha sido muy tranquilo.
“Yo era muy miedosa tanto a los pumas como a las víboras.
Pero en el campo me las tenía que bancar.
No conozco mucho sobre animales peligrosos. He visto la coral, la yarará, las
saperas y esas culebras que suben a los árboles, largas y de color marroncito,
que dicen que no son peligrosas. Pero yo les tengo miedo a todas.”
¿Tuvieron que enfrentarse a un puma,
alguna vez?
“Sí.
Yo habré tenido 17 o 18 años y mi hermana, Mariquita, 21. El puma estaba a la
espera en la sierra. Yo quisiera mostrarle el lugar de los hechos. Habíamos
largamos los animales, la cabras. Nosotros, yo, mi hermana Mariquita y otro
hermano, estábamos en la casa, porque desde ahí veíamos los cerros por donde
andaban las chivas.
Cuando
las chivas se amontonan y los pastores ladran, es porque algo raro pasa. Igual
pasa con las gallinas, que cuando se amontonan y alborotan, es porque una
víbora u otro bicho anda cerca. Aquella vez, andaba un puma.
Fuimos
a ver para dónde se escapaba. Las chivas estaban todas amontonadas y el puma ya
había cazado a una.
Mi
hermana, Mariquita, era muy capaz y valiente, se enfrentaba a todo, era una mujer
muy desenvuelta, tanto su vida de campo como en la ciudad. Además, tenía
muchísima puntería con armas de fuego. Ella tomó el rifle o la escopeta que
teníamos y nos organizó: "vos andá por la loma, yo por el medio a la
sierra y vos por las quebradas”.
Yo
tenía tanto miedo que me llevé un perrito conmigo. Iba hacia la derecha, por la
quebrada. Al medio, mi hermana con el arma, mirando para todos lados.
Cuando
escucho que Mariquita grita: “¡Allá va!”. Pero mientra ella bajaba, algunos perros
lo cargaron y el puma se trepó arriba de un molle.”
“No sé de dónde ni
cómo, pero mi hermana agarró un palo grande que había por ahí y le dio. El puma
estaba en una horqueta baja y ella le debe haber pegado en la cabeza, a la
altura de la nariz, porque cayó… Lo mató de un palo.”
“¡Mirá,
por allá se va otro!” le grité a mi hermana. Era más grande, era el que había
matado a la chivita y huía al monte. Los perros cargaron a este otro.
Quedó
el más chico arriba del árbol. Mi hermana, estaba desesperada porque los perros
se habían ido tras el otro puma. Tenía miedo que el que estaba arriba del árbol
también se le escapara.
No
sé de dónde ni cómo, pero mi hermana agarró un palo grande que había por ahí y
le dio. El puma estaba en una horqueta baja y ella le debe haber pegado en la
cabeza, a la altura de la nariz, porque cayó… Lo mató de un palo.
Lo
trajimos a casa. Era grande y largo. Lo medimos, pero no recuerdo cuánto. Le
sacamos el cuero y me parece que mi papá lo vendió.
Pero
el grandote que mataba a las chivas, se nos fue. Lo perseguimos pero se nos
escapó. Esa fue la única vez que matamos un puma. “
ESTOY MUY FELIZ
“Estoy muy feliz y
contenta de haber vivido mi infancia en Estancia y Grande rodeada de gente muy
buena. Y acá, en Potrero, también, nunca he tenido problemas. Me llevo muy bien
con todos los vecinos. Pero no visito casi a nadie. Nada más, un “¡Buenos
días!” o un “¡Buenas tardes!”. Pero donde voy soy bien recibida. Pero yo no soy
de visitar mucho, sólo en ocasiones importantes visito a mis parientes.”
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