sábado, 3 de diciembre de 2011


Vecinos emblemáticos

Doña Ángela Eloísa Jofré, más conocida como Ñatita, le contó a la Voz del Potrero algunos aspectos de su vida relacionadas al Potrero de antaño.

Mi Familia
“Mi padre es nacido en un lugar que se llamaba La Bajada. Está en la ruta que va a Carolina, antes del monumento donde nació Pringles, en Los Tapiales. Mi madre nació campo adentro, en la zona de Las Barranquitas, donde tenía el campo mi abuela.
Pero yo crecí en Estancia Grande, donde ahora está el boom inmobiliario. Pero, nosotros nunca fuimos propietarios. A mi padre, siempre le prestó una casa, el dueño del campo, que era un maestro Estancia Grande, Don Rufino Oveja. Ahí vivimos muchos, muchos años, hasta que la muerte se los llevó mi padre. Después, nos separamos.
Éramos tres hermanos. Yo soy la chiquita, la menor de todas. Después seguía mi hermana Tuca, que se casó y se vino a vivir a la Quebrada de los Cóndores. Y la más grande, mi hermana Mariquita, que está en Buenos Aires.
Yo me puse de novia con un chico de acá, del Potrero. Nos casamos y hace 35 años que estoy casada. Mi esposo vivía allá, donde están aquellos álamos -señalá del otro lado del dique, cerca de los boxes-. Pero yo siempre viví en el Potrero, porque él ya tenía el terreno y después nos hicimos la casa. Tengo dos hijas. La mayor tiene 34 años y la más chica 26. De la mayor tengo dos nietos.
En el 64 me casé y en el 65 nos hicimos la casa, gracias a los préstamos del banco hipotecario. En ese tiempo estaba Perón en el gobierno y les daban la posibilidad, a todos aquellos empleados que querían tener una casa, de sacar un préstamo en el banco hipotecario, para tener una vivienda propia. Pero tuvimos la mala suerte de que cayó el gobierno de Perón, enteraron los militares y todo cambio. Subió la cuota. La cancelamos pero no pudimos terminarla como queríamos.”

¡A la escuela del Potrero!
“Yo me eduqué en la escuela de acá, del Potrero. A 1º Inferior y Superior, los hice en Estancia Grande. Pero a mi padre no le gustó, porque él era tomero acá, en Potrero, y nos cambió de escuela. Desde el segundo grado hasta el séptimo, vine desde estancia grande. Todos los días, venía caminando o el burro. Pero la mayoría de las veces, caminando.   
Cuando yo venía a la escuela, todo era de tierra, incluso la entrada al Potrero. El dique tenía más agua, porque llegaba hasta donde ahora está la Playa Blanca. Todo eso era dique y algún día volverá a serlo. Donde está la ruta nueva que baja a la iglesia, estaba el caminito por el que veníamos a la escuela o a comprar cosas. La iglesia no estaba terminada. Donde está la municipalidad, había unos corrales de chivas y vacas de los vecinos, Don César o Daniel Funes. Nosotros cortábamos por ahí para venir a la escuela.”

El paisaje de antaño
“En el trayecto, a las ocho de la mañana, veíamos muchísimas vacas. ¡Uh! El padre de Titi Orozco, tenía mucha hacienda en las sierras, donde nosotros vivíamos. ¡Era interminable cuando bajaban los animales hacia el pueblo! ¡Era impresionante! También había yeguarizos.
Lo único que se veía muy poco, eran ovejas. Creo que los únicos que teníamos éramos nosotros. Teníamos todo tipo de animales: vacas, yeguas, ovejas, cabras, chanchos, pavos, gallinas, patos...”

Elaboración Artesanal de Quesillos de Cabra
“Hacíamos quesillos de cabra y de vaca. No es muy difícil. Yo más o menos me acuerdo cómo los hacía mi madre. Bien artesanal era el procedimiento que hacía mi madre.
 Nosotros siempre carneábamos para comer todos los días, un chivito, un corderito, un pollo, un pavo, una gallina... Bueno, mi madre les sacaba una parte que está en las vísceras de los animales, que se llama cuajo. Le ponía sal y lo dejaba secar.
Luego con eso, cuajaba la leche. De esa cuajada, mi madre sacaba un suero y guardaba un poco, para seguir cuajando la leche.

Ponía la leche con el cuajo en un recipiente grande. La cortaba en cruz para que largara el suero. Luego, con una taza iba sacando el suero despacito hasta que quedaba muy poquito.
Entonces, iba haciendo pelotitas con las manos, uniendo la cuajada. Le echaba sal. Mientras tanto, ponía una fuente grande en el bracero. No tenia que ser a una temperatura muy alta, como para quemarse las manos. Cuando se calentaba, mi madre iba colocando ahí, esas pelotitas, apretándolas y dándolas vuelta. De esta manera salía un suero blanco.
Ella continuaba aplastándolas y dándoles forma, así -con sus manos, Ñatita, moldea un quesillo imaginario del tamaño de un plato-. Después las apretaba con otra fuente para que el quesillo quedara con su foma definitiva.
Luego, les ponía sal y colgados en una cañita los ponía a secar, o también, solía extenderlos a lo largo en una queserita de caña que tenía.
Los hacíamos para consumirlos nosotros, nunca se vendió nada en mi casa.
A los quesillos se los suele comer con pan, en un sánguche. Pero mi madre, también nos daba quesillo con arrope de miel o de chañar, que solía hacer ella. Nosotros para comerlo, lo picábamos chiquito y lo tirábamos sobre el arrope.
A mi casa iban muchas personas y amistades que tenía mi padre. Y a toda persona que iba, se le daba un pedazo de pan o torta casera con un pedazo de quesillo. “   

La Escuela
Ñatita se queja y se lamenta por algunos objetos que ella entiende se sacaron y cambiaron en la escuela, como algunas puertas y persianas levadizas de madera.
“Me he puesto de acuerdo con todos los exalumnos, en no dejar tocar al edificio viejo de la escuela, es decir, la dirección, las tres aulas donde se da clase y la galería. No tocarlas más.”
Sin embargo, de acuerdo a la opinión de la Directora, dichos objetos estaban bastante deteriorados. Además, era necesario, una mayor seguridad proporcionada por las rejas.
Pero más allá, de tener una visión negativa o positiva sobre un aspecto tan subjetivo, sería preferible e inteligente, concentrar todos nuestros esfuerzos por identificar las necesidades edilicias y hacerlas, en un consenso general. Siempre permitiéndose soñar con cosas mejores.
Permitirse soñar entre todos con la escuela que quisiéramos tener, y luego imponerla a la realidad.  Así de fácil.

¿Era peligroso vivir acá?
“No. Para nada, si había animales peligrosos, nos veían y se iban. A veces veíamos uno, cuando veníamos a la escuela, pero nunca nos atacaron, porque cuando nos veían, se largaban al río o a otro lado. Nosotros hemos vivido tantos años en estancia grande, sin vecinos, y jamás pasó algo raro, ni fue alguien a la medianoche a molestarnos. Todo ha sido muy tranquilo.
“Yo era muy miedosa tanto a los pumas como a las víboras. Pero en el campo me las tenía que bancar. No conozco mucho sobre animales peligrosos. He visto la coral, la yarará, las saperas y esas culebras que suben a los árboles, largas y de color marroncito, que dicen que no son peligrosas. Pero yo les tengo miedo a todas.”

¿Tuvieron que enfrentarse a un puma, alguna vez?
“Sí. Yo habré tenido 17 o 18 años y mi hermana, Mariquita, 21. El puma estaba a la espera en la sierra. Yo quisiera mostrarle el lugar de los hechos. Habíamos largamos los animales, la cabras. Nosotros, yo, mi hermana Mariquita y otro hermano, estábamos en la casa, porque desde ahí veíamos los cerros por donde andaban las chivas.
Cuando las chivas se amontonan y los pastores ladran, es porque algo raro pasa. Igual pasa con las gallinas, que cuando se amontonan y alborotan, es porque una víbora u otro bicho anda cerca. Aquella vez, andaba un puma.
Fuimos a ver para dónde se escapaba. Las chivas estaban todas amontonadas y el puma ya había cazado a una.
Mi hermana, Mariquita, era muy capaz y valiente, se enfrentaba a todo, era una mujer muy desenvuelta, tanto su vida de campo como en la ciudad. Además, tenía muchísima puntería con armas de fuego. Ella tomó el rifle o la escopeta que teníamos y nos organizó: "vos andá por la loma, yo por el medio a la sierra y vos por las quebradas”.  
Yo tenía tanto miedo que me llevé un perrito conmigo. Iba hacia la derecha, por la quebrada. Al medio, mi hermana con el arma, mirando para todos lados.
Cuando escucho que Mariquita grita: “¡Allá va!”. Pero mientra ella bajaba, algunos perros lo cargaron y el puma se trepó arriba de un molle.”

“No sé de dónde ni cómo, pero mi hermana agarró un palo grande que había por ahí y le dio. El puma estaba en una horqueta baja y ella le debe haber pegado en la cabeza, a la altura de la nariz, porque cayó… Lo mató de un palo.”

“¡Mirá, por allá se va otro!” le grité a mi hermana. Era más grande, era el que había matado a la chivita y huía al monte. Los perros cargaron a este otro.
Quedó el más chico arriba del árbol. Mi hermana, estaba desesperada porque los perros se habían ido tras el otro puma. Tenía miedo que el que estaba arriba del árbol también se le escapara.
No sé de dónde ni cómo, pero mi hermana agarró un palo grande que había por ahí y le dio. El puma estaba en una horqueta baja y ella le debe haber pegado en la cabeza, a la altura de la nariz, porque cayó… Lo mató de un palo.
Lo trajimos a casa. Era grande y largo. Lo medimos, pero no recuerdo cuánto. Le sacamos el cuero y me parece que mi papá lo vendió.
Pero el grandote que mataba a las chivas, se nos fue. Lo perseguimos pero se nos escapó. Esa fue la única vez que matamos un puma. “


ESTOY MUY FELIZ
“Estoy muy feliz y contenta de haber vivido mi infancia en Estancia y Grande rodeada de gente muy buena. Y acá, en Potrero, también, nunca he tenido problemas. Me llevo muy bien con todos los vecinos. Pero no visito casi a nadie. Nada más, un “¡Buenos días!” o un “¡Buenas tardes!”. Pero donde voy soy bien recibida. Pero yo no soy de visitar mucho, sólo en ocasiones importantes visito a mis parientes.”

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